AL DIOS DEL VINO
Se cuenta que, Dioniso, dios del vino
–un hijo del gran dios de origen griego–,
legó su gran poder al fiel labriego
y así posó la vid en su destino.
Y se labró la forma en el camino
de hacerse culto al vino en el trasiego.
Se halló con ebriedad un gran sosiego.
(Así debió de ser. Yo me imagino).
Decían que el dios Baco a los romanos
colmaba de jolgorio y bacanales.
Morían con sus copas en las manos.
¿Estaba algún romano en sus cabales?
(Si Baco y Dioniso eran hermanos,
¿por qué acabaron siendo dos rivales?).
Llegaron los cristianos y las cruces.
Y toda nueva sangre derramada
fue cáliz de la sangre más sagrada;
con ésta la embriaguez se dio de bruces.
Detrás de mucho alcohol hay pocas luces,
un túnel que al final no tiene nada.
(¿Bebemos de manera moderada?).
Si tomas tanto alcohol, ¿por qué conduces?
Admiro al somelier: Todos son sabios.
Descifran el buqué con gran atino
libando con la copa entre los labios.
A mí me gusta olerlo. Aunque sin tino.
Tomarme su color de pintalabios.
Y dar las gracias luego al dios del vino.
Juanjo Almeda
Juanjo Almeda